Biodiversidad: La biodiversidad incluye conjuntos de plantas, animales y microorganismos; su diversidad genética, expresada, en las variedades y poblaciones; sus hábitats, ecosistemas y espacios naturales, cuyo mosaico aporta riqueza al entorno natural. Por ello, se define como la variedad de seres vivos que habitan el planeta, así como las interrelaciones que sustenta tal variedad. Esta variabilidad incluye las características genéticas, fenotípicas, filogenéticas y funcionales en individuos, poblaciones, comunidades, ecosistemas y complejos ecológicos emergentes (biomas, ecorregiones). La biodiversidad es el resultado de miles de millones de años de evolución natural y también de la influencia creciente de las actividades del ser humano.

Tipos de Biodiversidad: Cuando hablamos de Biodiversidad generalmente nos referimos a la diversidad de especies presentes en los ecosistemas. Tradicionalmente la biodiversidad se clasifica en tres tipos básicos que tienen sus propios atributos y que se interrelacionan entre sí a través de vínculos directos en indirectos: la diversidad genética, de especies, de ecosistemas. También se incluye la diversidad cultural, concepto que pretende dar cuenta de la diversidad de agrupaciones humanas que conviven bajo diferentes valores, estilos de vida y formas de organización política y social.

Servicios Ecosistémicos: Nuestra dependencia de la biodiversidad ha sido expresada a través del concepto de Servicios Ecosistémicos, que se entienden como los beneficios que las personas obtenemos de la naturaleza. Puede agruparse en cuatro categorías, divididas en 24 sub-categorías. Las cuatro categorías son: SE de Provisión (por ejemplo, madera, agua, combustible, recursos genéticos), SE de Regulación (por ejemplo, control de inundaciones y de pestes, regulación del clima, polinización), SE Culturales (por ejemplo, espirituales, recreación, estéticos, inspiracionales) y SE de Soporte (por ejemplo, ciclo de nutrientes, formación del suelo, productividad primaria).

Impulsores de la pérdida de Biodiversidad: A todas aquellas actividades de origen humano que presionan el medio ambiente por encima de sus capacidades de recuperación natural (extractivas y no extractivas), los científicos las han denominado “impulsores del cambio ambiental global”. Se definen como todos aquellos factores externos que afectan fundamentalmente a la naturaleza, a los “activos antropogénicos” (que abarcan infraestructura, sistemas de conocimiento, incluido el conocimiento indígena y local, la tecnología desarrollada y recursos financieros), a las CNP y a una buena calidad de vida. Los impulsores se pueden clasificar en dos tipos, los directos y los indirectos.

Impulsores directos del cambio ambiental: Pueden ser de origen natural (amenazas naturales, incendios forestales, erupciones volcánicas, etc.) y antropogénicos. Se han reconocido cinco impulsores directos del cambio ambiental global.

Impulsores indirectos del cambio ambiental: Estos cinco impulsores directos son el resultado de una serie de causas estructurales, sociales, económicas y políticas subyacentes, es decir, de las decisiones humanas que afectan la naturaleza. Y estas decisiones se toman en función de los valores ambientales que sostienen los diferentes grupos humanos. El IPBES considera los siguientes impulsores indirectos: socioculturales (patrones de producción y consumo), demográficos (población, migración, educación) y tecnológicos (innovación). Luego vienen los factores económicos: los cambios entre sectores económicos como la agricultura, la manufactura y los servicios; producción concentrada, es decir, cambios en las participaciones en la producción de los grandes actores; y el comercio, así como los flujos financieros que continúan aumentando dentro y a través de las fronteras nacionales. Finalmente, están los sistemas de gobernanza e instituciones.

La velocidad del cambio de los impulsores directos e indirectos difiere entre regiones y países. Los impulsores indirectos son complejos, interconectados, difusos y operan a escalas más grandes y más largas y se originan más lejos de las áreas de degradación. Ambos impulsores generan, por tanto, no solo pérdida de biodiversidad, sino que también exacerban conflictos socioambientales, aumentan las desigualdades sociales y las injusticias ambientales. En este documento nos centraremos en los impulsores directos.